miércoles, 5 de febrero de 2025

Una historia enlatada


Desde que trabajaba allí, la chica había adquirido una mirada  fija y vidriosa, como de llanto fosilizado. Tal vez imaginaba todas esas vidas que ya eran muertes cuando desfilaban ante ella. Vidas despreocupadas, danzarinas, escurridizas, inocentes. Las manos se movían rápidas como siempre, atentas a la disciplina de la producción: sardina, sardina, sardina, tapa, fuera. Ocho horas cada día duraba la comunión de criaturas dolientes, las de las tumbas metálicas y la del delantal impermeable.

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