viernes, 7 de febrero de 2025

El arte de la calumnia

 Concentración. La cucharilla no debe temblar. No delante de las demás. La coge con todo el control del que es capaz, y remueve la infusión. El azúcar se disuelve bajo su mirada fija, no se atreve a levantarla. Escucha a medias los comentarios airados, como una lluvia insistente y pesada. La cabeza se le va hundiendo entre los hombros. Protección, huída o lucha.  Cada célula de su cuerpo se debate en la elección. Apoya las dos manos en la mesa y suelta todo el aire en un largo resoplido. Levanta finalmente la mirada para repasar las de todas, una a una.

— Hermanas, la calumnia es un arte, y vosotras sois unas miserables aprendices. Sobre todo miserables. No os merecéis ni el placer que os provoca. Ofidias, caranchas. El cadáver todavía palpita, pero lo seguís apuñalando.


Se puso de pie dolorosamente y se tomó un minuto para recuperar la compostura. El hábito arrugado no mermaba ni una pizca su aura de ménade amenazante. Las hubiera estrangulada una a una, solo para librar al mundo de ese cónclave de sabandijas.


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