jueves, 27 de febrero de 2025

Aburrimiento


Cada vez que les cuento esta historia mis nietos se duermen. No es necesario convocar castillos ni princesas ni hadas madrinas.  Aburrir a la gente también es un superpoder. Basta con contarles cualquier cosa que me venga a la cabeza. Los empleados del banco se duermen —aunque mantengan los ojos abiertos—, cuando les pido que me renueven el plazo fijo actualicen la libreta. Al final lo hacen, dormidos y todo. Mi marido se hace el despierto mientras se toma la sopa que le pongo delante; la niebla soporífera de mi conversación es infalible. Da igual si le hablo de los cotilleos de la escalera o de la crítica de la razón pura. Acaba roncando allá donde lo pille mi exquisita charrameca. Algunas veces pienso que mi madre dormía cuando me parió… ¿qué rollos le estaría soltando desde el útero? Mis poderes de encantamiento no respetan vecinas ni agentes públicos, podólogas ni butaneros, alumnos ni colegas. Mis clases son la apoteosis de la comunión órfica. Lo raro es que no me duerma a mí misma, esta historia es aburridísima, ¿estaré despierta?


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