martes, 23 de julio de 2024

El cuento de Barbazul

 
La de Barbazul es una historia sangrienta. Uno tras otro, todos sus amores, si es que pueden llamarse así, pasados por cuchillo y amontonados en el trastero, como muebles inútiles.
Barbazul nació en la Coma, barrio cañero y cañí. De azul no tiene nada, ni barba ni sangre. Su capilaridad facial es curiosa, eso sí, sobre todo en una mujer como ella. Gitana de pura cepa, pechos como las fuentes del Guadiana, mirada flamígera. Sus hijos de diferentes padres la temen y la veneran a partes iguales. Tal vez por eso ninguno se ha quedado en casa más allá de los 15.  
Al menos así se lo explica ella, mientras carga con la compra de la semana. Va siendo hora de volver a intentarlo, piensa, mientras sube el tramo de escalera hasta el ascensor destartalado.
El elegido no tardará en aparecer, en forma de revisor del gas. Que poca suerte he tenido en la vida, piensa, mientras lo mira de arriba abajo desde el umbral de la puerta cochambrosa. Siempre hombretones viriles y borrachuzos. Echaban una mirada a su suntuosa barba ondulada y caían rendidos a sus pies. Después pasaba lo que pasaba.
Rubicundo y sudoroso, el revisor parecía impacientarse en la puerta. Lo tomó delicadamente del cuello y hundió su cara entre sus pechos de madre múltiple. De allí ya no saldría. Los saberes ancestrales de Barbazul lo mantuvieron atado a la jaula de sus placeres, durante semanas y meses. Apenas respiraba, apenas abría los ojos, y cuando lo hacía solo era para pedir más con un suspiro agónico.
-Una sola cosa te pido —le dijo Barba al cabo de 4 meses de amores— nunca, pero nunca te atrevas a levantarme la mano.
El revisor levantó la vista incrédulo. Una mujer altiva, poderosa, una reina de los calé… ¿temía el maltrato?
Pasaron los meses, las rebajas, las revisiones de la furgoneta, las fiestas del vecindario, los carros de la compra, las sillas a la fresca… y un buen día llegó el invierno e hizo falta la manta para el sofá, guardada en el trastero.
El revisor tuvo un desmayo al ver la sangre y los cuerpos. Para cuando volvió en sí, lo había entendido todo. Los gritos y los forcejeos, los celos absurdos, la crispación alcohólica, la violencia contestada, el quid pro quo popular e inapelable.  
Se levantó despacio, y fue a la ferretería. Compró un tubo de silicona y el candado más grande de todos y selló juntas la puerta del trastero y el pasado aterrador y aterrado de Barbazul. La llave se oxida en el fondo de la Albufera.
Volvió al piso, donde vivieron felices y tuvieron trillizas barbudas, con barbas de los tres colores primarios.

1 comentario:

  1. ¡Wow, qué vuelta de tuerca tan impresionante! Fabulosa la transformación de Barba Azul en un nuevo personaje. Me sorprende el giro del antagonista y la reacción del final ante los acontecimientos ocurridos. Has logrado crear un personaje que hace lo contrario a lo que se espera de él y es un cuento lleno de justicia (no doy detalles porque no quiero boicotear su lectura). Logras que estemos a su favor y que entendamos el por qué de sus actos. Me parece un re-cuento muy bueno de la historia de Barba Azul. Muy bien pensado, trabajado, con mensajes social, reivindicativo y con un final redondo. Te aplaudo.

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