El patito feo salió de la clínica de belleza con la seguridad de que su vida cambiaría a partir de aquel momento. Había invertido todos sus ahorros en la implantación de cabello, un tratamiento de botox en el pico y patas de gallo y una liposucción para quitarse barriguita.
Quería celebrarlo a lo grande y por eso decidió darse un homenaje en la mejor pastelería de la ciudad, ¨Hansel y Gretel Bakery¨. Cuando llegó el lugar estaba a rebosar de clientes, algo habitual, y pidió su pastel favorito, una enorme ración de tarta Selva Negra y un batido grande de chocolate.
Lo degustó lentamente, saboreando cada cucharada con cuidado para no hacer ningún movimiento brusco, no fuera cosa que el tratamiento se fuera a pique. Pero cuando estaba absorbiendo el último sorbo del batido se percató que en la mesa de enfrente un precioso gato, ataviado con botas camperas y sombrero de ala ancha, llevaba varios minutos observándolo. Lo conocía de oídas, pues era famoso en su entorno y todas las patas babeaban por él y por su fama de malote.
Se puso nervioso, pues el gato era realmente atractivo, y no pudo evitar devolverle la mirada con ojos golositos.
En otra mesa, una familia numerosa constituida por un príncipe, una doncella y siete enanitos que no paraban de alborotar, celebraban el cumpleaños del más joven. Llevaban más de media hora hablando, cuchicheando, mirándolo y riéndose por lo bajini.
Fue entonces, cuando con perspicacia y sigilo, se le acercó el gato y le dijo —"¿Se ha dado usted cuenta de que va desnudo?¨ El pobre pato, al creer lo que le decía, empezó a taparse con todas las servilletas de papel del servilletero y salió corriendo a toda prisa del lugar, olvidándose de pagar la cuenta y tropezando con todas las mesas y sillas que encontró en su camino.
Cuando llegó a casa, se apresuró a abrir la puerta del armario para ponerse cualquier cosa, y cual fue su sorpresa que iba vestido como si fuera una bailarina del Lago de los Cisnes. Entonces cayó en la cuenta de que hacía tiempo que llevaba notando ciertos cambios en su persona, y que si se le caían las plumas de la cabeza quizás no era alopecia sino un cambio de la adolescencia. Lo mismo podía estar ocurriendo con su acné, la aparición de curvas en su cuerpo y su sensibilidad a flor de piel.
Salir a toda prisa de la pastelería había hecho añicos el tratamiento y ahora todo era pluma a su alrededor y pomposidad. Pero se sentía feliz, aun estando desnudo como el mismo gato había comentado con desdén. Sin embargo su desnudez le hacía libre. Se había desprendido del disfraz, estaba desnudo, si, desnudo por dentro. Se notaba ligero, libre, se veía hermoso y por primera vez en su vida, se sintió orgulloso de sí mismo.
M'encantaaa. Demostració perfecta de l'alegria de jugar amb l'escriptura. Molt inspirador. Gràcies!!!
ResponderEliminarTe tot el que un conte requereix!
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