jueves, 19 de diciembre de 2024

Mudar la piel

 Begonya Alejandro Alberich


Mudar la piel




A quienes sobrevivieron y a quienes no.

 A la fuerza de la memoria individual que teje la colectiva. 

A la fuerza del apoyo mutuo.




Las baldosas del suelo son blancas, la pared es blanca, la cortina tipo persiana es blanca. Sólo hay un detalle de color amarillo y es una flor artificial, en un rincón de la habitación. Laia continúa mirando las baldosas, no hay nada que la anime a levantar la cabeza.


La llaman por su nombre y sus apellidos. Entra. Saludos. Presentaciones. Todo muy pulcro, muy limpio, muy correcto. Vuelve a agachar la cabeza.




Primera sesión. El chico de la camiseta roja.


- No me pasa nada que no le pase al resto, sólo que me gustaría encontrar al chico de la camiseta roja…


- ¿Que quién es? Pués…lo único que sé es que nos ayudó a subirnos al capot de un coche para pasar a lo alto de la furgoneta que había al lado y con la ayuda de unas vecinas, alcanzar el balcón del primer piso. Cuando estuvimos a salvo y me giré para darle la mano, ya no estaba…¿Tú podrías ayudarme a encontrarlo?


- Esto de la piel…es la humedad que se me ha quedado dentro. Sí, parece que las manos estén mojadas y de hecho lo están, también los pies…Me cambio los calcetines dos veces al día.



Segunda sesión. Olor a gasolina y lodo.


- ¿De noche? Creo que duermo para soñar con el chico de la camiseta roja. En mis sueños recorro las calles como si pudiera volar sobre ellas y veo personas que ya no veré más…Me da miedo olvidarme de la cara del chico de la camiseta roja…


Habla sin levantar la cabeza, pasando un pañuelo de tela por sus manos mojadas. Nota que la piel empieza a separarse haciendo ampollas, las aprieta con el pañuelo contra la palma para evitar que se separen de la piel.


- …Creo que lo mismo que no me deja dormir es lo que me empuja a un sueño profundo que no dura más que una hora hasta que me vuelvo a despertar con el olor a lodo y gasolina en la nariz y me da dolor de cabeza


- Sí, debe ser eso…que vuelvo a caer por agotamiento…hasta que vuelvo a despertarme




Tercera sesión. Tiempo de anestesia.


- Sí hay algo que también me preocupa…Mi padre está bebiendo todos los días desde entonces, creo que lo hace para poder dormir…Empezó tomando una copa después de cenar…parece que está tomándose un tiempo… para no pensar, para no despertarse por la noche…Y creo que le sirve de anestesia…


- Mi padre se llama Lucio, como mi abuela, que se llamaba Lucía pero todo el mundo la llamaba Luz. Algunas vecinas me contaron que cuando mataron a mi abuelo, abrió las puertas de su casa para dar cobijo a las madres que también habían perdido a sus maridos, por eso la llamaban Luz, porque a esas familias les iluminó los días…Pero el tiempo empeoró la situación hasta el punto de no poder alimentar a sus cinco hijos. Mi padre era el más pequeño. Escribió una carta a su suegro explicándole que no podía más que llevarlo a la beneficencia para no dejar que murieran de hambre, la misma mañana que fue a llevarlo apareció mi bisabuelo y se lo llevó con él. La guerra lo había dejado solo. Enseñó a mi padre el oficio de la familia. Era carpintero y fabricaba ataúdes…


- La muerte ha sido el sustento de mi familia. Cuando era pequeña mi bisabuelo me contaba la historia familiar como un cuento…Me contaba que la muerte viene de noche y que por eso lo llamaban cuando caía el día…para ir a tomar medidas. Y que cuando volvía a casa, despertaba a mi padre…con ocho años, y se ponían a cortar y a pulir la madera para tener la ataúd acabada al amanecer.- Suspira mirándose las manos blanquecinas de la humedad con virutas de piel desprendiéndose- Sí, he crecido con olor a madera y serrín…pero el agua se lo llevó todo, hasta el olor de la infancia…



Cuarta sesión. Fantasmas.


- Las manos ya están mudando la piel, sí…-Sonríe triste, como si la piel que se desprende se estuviera llevando algo que ya no volverá- Y no, no hemos recuperado nada de la carpintería, mi padre no recupera las fuerzas y nos hemos organizado con el vecindario para hacer una red de apoyo mútuo. Compartir el tiempo ayudando alivia el dolor…y nos anima a dejarnos ayudar…Me da miedo que por ayudar a los demás, acabe olvidándome de ayudarme a mí misma…La semana que viene nos reuniremos en la carpintería para vaciar lo que queda y tirarlo…


- Bueno…lo que realmente me preocupa ahora mismo es que no he sabido nada del chico de la camiseta roja… Los fantasmas nocturnos acechan y se acumulan los miedos, la verdad es que sí…Realmente, lo que me asusta es que el miedo se instale en mí…no me suelte…y me vuelva cruel… Creo que por eso quiero encontrar al chico de la camiseta roja…para sentir que puedo desafiar a la vida y a la vez volver a creer en ella…


- Ah no, ya no me hace falta cambiar los calcetines dos veces al día porque hasta que no apretará el frío he decidido ir en sandalias para que el sol me toque los pies, abro bien los dedos para que cuelen los rayos por cada huequito. Incluso a veces me paro en la plaza y me siento al borde de la fuente. Bueno, de lo que queda de ella. Me siento al sol y siento cómo filtra el calor, como cuando me sentaba al borde del fuego con mi bisabuelo para escucharle contar nuestra historia…


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